viernes, 29 de julio de 2011

LECCIÓN DE POESÍA NÚMERO 23

De nuevo el Coco Roto se aventura en la densa foresta de los versos norteamericanos y esta vez con la última lección de la Segunda Temporada para inaugurar las vacaciones de verano con estilo.  A ello vamos.

SEGUNDA TEMPORADA  - LECCIÓN Nº 23 - SYLVIA PLATH

Hoy es un día especial porque quiero hablaros de una de mis poetisas favoritas, la siempre maravillosa Sylvia Plath.  A estas alturas parece que Plath es más conocida por cómo murió que por cómo escribió.  Como muchos sabréis, Plath se suicidó un 11 de febrero de 1963 durante uno de los inviernos más fríos que ha conocido Londres (donde residía la escritora americana desde hacía algún tiempo).  La historia es sobradamente conocida, atormentada por su separación y profundamente deprimida ante los reveses de la vida, no pudo soportarlo más y decidió asfixiarse con gas, habiendo sellado impecablemente las habitaciones de sus hijos para así protegerlos y dejándoles leche y galletas para que no pasaran hambre.  No tengo palabras, tan sólo lágrimas y una profunda sensación de ternura y tristeza a la vez.  Preparando esta entrada me entero ahora de que su hijo, Nicholas Hugues Plath, también se suicidaría, el 16 de marzo de 2009, y se me quiebra el corazón un poco más ante la fragilidad del mundo y su textura de seda y acero.  Y es que su madrastra también su suicidaría, llevándose en el acto a su hija de 4 años Shura, y también con gas por lo que parece que era difícil para Nicholas salir de esa terrible espiral de pena negra. Un dato inquietante a la vez que esclarecedor, por decirlo de alguna manera.  Sí os aconsejo, si sabéis inglés y tenéis la oportunidad, la lectura de la novela Wintering (a novel of Sylvia Plath) de Kate Mosses (desconozco si ha habido traducción al español), siempre y cuando os interesa acceder a una novelización de la vida de Plath.  Para mí era necesario.  He estado fascinado con su figura desde que leí sus poemas por primera vez en un invierno húmedo y frío en Oxford.

Y después de estas palabras, a ver con qué cuerpo me pongo yo a hablar simplemente de poesía, si es que hablar de poesía es simplemente hablar de poesía, claro.

Mejor será descender hasta la gruta espectral de los versos de Plath, donde conviven los silencios más profundos con las voces más delirantes y desgarradas.

Es tal la potencia de sus versos que la entrada de hoy no necesita glosa alguna.  Os dejo con ellos y este liso cocorote se queda pensando en lo que fue y ya no es, con el corazón en silencio ante el dolor humano que a veces nos lleva a propagarlo de forma inconsciente y ciega y estúpida.  Gracias, Sylvia, por brillar con tanta fuerza y por dejar a tus lectores enamorados de tu esencia que es la esencia del mundo destilada en el poema.


LESBOS

¡Depravación en la cocina!
Chistan las patatas.
Todo es muy Hollywood, sin ventanas,
con la luz fluorescente pestañeando como una jaqueca terrible,
modosas tiras de papel a guisa de puertas...
Telones d teatro, bucle de viuda.
Y yo, querida, soy una embustera patológica,
y mi niña - mírala, boca abajo, en el suelo,
como una marioneta sin hilos, pataleando para desparecer...
Esquizofrénica perdida,
con la carne roja y blanca, un verdadero susto,
tú sacaste sus gatitos por la ventana,
a una especie de pozo de cemento,
donde cagan y vomitan y chillan sin que ella los oiga.
Dices que no la puedes soportar,
la hija de puta es una niña.
Te has fundido las lámparas como una mala radio
limpia de voces y de historia, el estático
ruido de lo nuevo.
Dices que debería ahogar a los gatitos. ¡Cómo apestan!
Dices que debería ahogar a mi niña.
Si a los dos años ya está loca, a los diez se rebanará el cuello.
El niño sonríe, caracol gordo,
desde los pulidos losanges del linóleo color naranja.
Te lo comerías. Es un chico.
Dices que tu marido no te vale para nada.
Su judía mamá le guarda el encantador sexo como una perla.
Tú tienes un niño, yo tengo dos.
Debería sentarme en una roca frente a la costa de Cornualles, y peinarme el cabello.
Debería llevar pantalones de tigre, debería liarme con alguien.
Deberíamos encontrarnos en otra vida, encontrarnos en aire, tú y yo.

Mientras tanto, huele a grasa y a cagada de niño.
Estoy amodorrada y torpe por culpa de la última píldora para dormir.
El humazo de la cocina, el humazo del infierno,
inunda nuestras cabezas, dos venenosos opuestos,
nuestros huesos, nuestros cabellos.
Te llamo la Huérfana, huérfana. Estás enferma.
Al sol te salen úlceras, y el viento te pone tuberculosa.
Fuiste bella una vez.
En Nueva York, en Hollywood, los hombres decían. "¿Ya has acabado?
Vaya, chica, eres un fenómeno".
Tú fingías, fingías, por el gusto de hacerlo.
El marido impotente renquea hacia la calle en busca de un café.
Yo trato de que no se vaya,
vieja estaca que atraiga los rayos,
los baños de ácido, los cielos que se te desploman.
Se lo traga todo mientras desciende por la colina empedrada de plástico,
vapuleado carromato. Las chispas son azules.
Las chispas azules se desparraman,
escindiéndose como cuarzo en millones de trozos.

¡Oh joya! ¡Oh objeto precioso!
Esa noche, la luna
llevaba a rastras su saco de sangre, enfermo
animal,
por encima de las luces del puerto.
Y luego se normalizó,
dura y distante y blanca.
El escamoso lustre de la arena me daba un miedo mortal.
Nos entretuvimos en cogerla a puñados, amándola,
amasándola, cuerpo mulato,
sémola de seda.
Un perro recogió a tu perrudo marido. Pasó de largo.

Ahora estoy callada, con el odio
hasta la barbilla,
espeso, espeso.
No hablo.
Estoy empaquetando las duras patatas como su fueran ropa de vestir,
estoy empaquetando a los niños,
estoy empaquetando a los gatos enfermos.
Oh recipiente de ácido,
es de amor de lo que estás llena. sabes a quién odias.
Él está abrazado a su bola y a su cadena, allá abajo, en el portal
que da al mar en el punto en que se mete, blanco y negro,
para escupirse luego.
Tú lo rellenas todos los días de material anímico, como un
jarro. Estás cansada.
Tu voz es un pendiente en mi oreja,
que aletea y que chupa, como un murciélago sanguinario.
Eso es. Ya está bien.
Fisgas desde la puerta,
triste bruja. "Todas las mujeres son unas putas.
No logro comunicar con nadie".

Veo tu ambiente tan bien descompuesto
cerrarse sobre ti como el puño de un niño
o una anémona, esa novia
del mar, esa cleptómana.
Yo todavía estoy cruda.
Digo que quizá vuelva.
Ya sabes para qué sirven las mentiras.
No hemos de encontrarnos ni en tu cielo Zen...

Un beso enorme y hasta la temporada que viene.

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