lunes, 4 de julio de 2011

LECCIÓN DE POESÍA NÚMERO 20

¿Qué pasa tíos?  Me habéis echado de menos.  Yo un huevo, oye, o más.  Pero este cocoroto necesitaba unas vacaciones antes de las vacaciones.  Ahora bien, yo lo que empiezo lo termino, como cabeza de pepino.  Y aquí estoy de nuevo, ready to face the storm, con cuatro poetas más para finalizar la temporada.  O sea que este julio voy a estar aquí al ladito disparando mis poemas para curar todas tus penas, así, con gracia gitana, así, con mucho brío y alegría, así, con fuerza y tesón, así, con cara de melón.

2ª TEMPORADA - LECCIÓN 20 - WALLACE STEVENS



Y hoy me vuelvo a  mis orígenes con Wallace Stevens, poeta entre poetas que para ganarse las habichuelas se dedicaba a la abogacía.  Decía Stevens en The Dial “Evíteme, por favor, contar los datos biográficos.  Soy abogado y vivo en Hartford.  Estos datos no son divertidos ni reveladores”.  Pues vale, tío, poco importa lo que fueras, tú eras un poeta fulgurante, de los que van a la velocidad de la luz para dejarnos el corazón acelerado y saltimbanqui, para robarnos los rollitos chungos y llenarnos de medio a medio el pecho con pura pasión de vida.  Eras la pera limonera, tío, eras un poeta de primera.

Ha sido fácil para mí elegir un poema de su producción, porque aunque me guste toda su obra, yo no dejo de recordar el que pueda que sea uno de los mejores poemas de la historia de la literatura.  Vamos al turrón, que pa luego es tarde.  Como otras veces, primero la versión original en inglés y luego su traducción al español

Disillusionment of Ten O’Clock
por Wallace Stevens

The houses are haunted
By White night-gowns.
None are green,
Or purple with green rings,
Or green with yellow rings,
Or yellow with blue rings,
None of them are strange,
With socks of lace
And beaded ceintures.
People are not going
To dream of baboons and periwinkles.
Only, here and there, and old sailor,
Drunk and asleep in his boots,
Catches tigers
In red weather.

Desilusión de las diez.

Los camisones blancos
Hechizaron las casas.
Ninguno es verde,
O púrpura con círculos verdosos,
O verdoso con círculos dorados,
O dorado con círculos azules.
Ninguno de ellos es extraño,
Con medias de puntilla
Y cintos con adornos.
No soñará la gente
Con siemprevivas y mandriles.
Tan sólo, a veces, un viejo marino,
Dormido con las botas, y borracho,
Caza tigres
En rojo clima.

Y ahí está, toma rampazo exquisito (si no se entiende lo de “rampazo”, pregúntese a un aragonés).  Recuerdo leer este poema por primera vez cuando estaba en Oxford.  Recuerdo estar leyendo un libro tocho de poesía en un pub lleno de gente y de humo y de alcohol y, sobre todo, de vida.  Era claro que aquel lugar estaba lleno de vida porque la mía se me estaba yendo, o eso me parecía.  Vamos, que estaba jodido y ya había decidido que me iba a meter en vena toda la poesía del mundo, así, salvajemente, a tumba abierta, sin pensar en el mañana (el mañana me aterraba, ya me costaba soportar el hoy momento a momento).  Y de repente, zas, allí estaba la Desilusión a las 10 con ese contraste de un mundo en grises y blancos y negros ante ese otro posible de verdes y morados y dorados.  La puñetera y patética realidad, aburrida, sórdida y pacata devorada al fin por la figura torrencial del marino borracho y dormido a la caza de tigres en rojo.  Tíos, eso es brutal.  Precioso y brutal.  Fascinante.  Y yo me quedé de una pieza, cerveza en una mano, el libro de poemas en la otra, letraherido hasta la médula, cocoroto oblongo que ha perdido el miedo.  Español en tierra de nadie y que nunca supo cuál era su tierra verdadera y poco o nada le importó porque lo que le gustaba era viajar, sentirse de aquí y de allá y no saberse al final de parte alguna.

Y con esta maravilla os dejo hasta la próxima semana, queridos míos.  Hasta entonces, sed buenos y poéticos, por supuesto.

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