jueves, 21 de julio de 2011

LECCIÓN DE POESÍA NÚMERO 21

Hay mañanas que duran un segundo y segundos que se frotan indecentes por detrás y un poquito por delante, y así, a la chita callando, duran tres años o tres años y pico.  Y tú con cara de no haber roto un plato en tu vida cuando a cabezazos te había visto yo cargarte toda la cubertería fina de tu abuela la del pueblo.  ¿Me seguís?  Tranquis, yo tampoco.  Yo, de hecho, suelo ser de paso fino y veloz y generalmente me dejo atrás a las primeras de cambio, es que es la leche, colegas.  En cuanto miro para atrás, toma jeroma, allí anda mi crasa cabeza de diámetro insospechado.  De hecho, suelo llegar siempre antes que yo mismo a mi casa y eso es jodido, como te lo cuento, porque tengo que esperarme, así, en el descansillo y con cara de lelo hasta que aparezco y me abro a mí mismo.  Soy un péndulo sin consideración alguna del tiempo o del espacio…, cosas tiene la vida, cosas tiene, amigo, cosas tiene la verdadera y auténtica poesía.

¿Que qué es la verdadera poesía?  Pues te lo voy a decir, escucha esto que te digo.  Es justamente lo contrario a lo que nos enseñan en las escuelas y universidades.  La verdadera poesía es el simple canto de un pajarillo a eso de las 6 de la mañana cuando te levantas a echar un pis y herido de amor y armonía y belleza ya no te metes en la cama y te dispones a degustar el primer café de la mañana.  Es, por ejemplo, esa sonrisa maravillosa que un desconocido te regala, así, por la cara y sin venir a cuento cuando tú vas por la calle cabreado con el mundo y con ganas de extirparte a ti mismo el páncreas sin anestesia y a tirones (o a dentelladas si estás especialmente cafre, que todo puede ser).  Es oler una barra de pan recién hecha o tomarte una cervecita bien fría con tu perro en la terraza (a tu perro, no seas bruto, no le des cerveza).  Es rascarte el culo cuando te pica un huevo (quiero decir cuando te pica mucho, si lo que te pica un huevo es un huevo, ráscatelo también, que da gustito) o cambiarte de calzoncillos después de haber batido el record del mundo en la disciplina “no me cambio los gayumbos hasta que se me peguen a la piel y lo mismo ni por esas”.  Eso de lo que te hablo es la verdadera poesía…, y a veces algún poema.  Como el que te voy a enseñar hoy.

Escucha, toma apuntes, manda el mundo al carajo y celebra que has descubierto la poesía en este día tremendo.

2ª TEMPORADA - LECCIÓN 21 - MARIANNE MOORE



Hoy toca una señora impresionante, Marianne Moore.  Escritora flipante, americana, como los demás en esta temporada y oriunda (cómo me gusta esta palabra) de St. Louis (Missouri).  Y aquí os dejo un pedazo de poema suyo:

SILENCE

My father used to say,
“Superior people never make long visits,
have to be shown Longfellow’s grave
or the glass flowers at Harvard.
Self-reliant like the cat –
that takes its prey to privacy,
the mouse’s limp tail hanging like a shoelace from its moth –
they sometimes enjoy solitude,
and can be robbed of speech
by speech which has delighted them.
The deepest feeling always shows itself in silence;
not in silence, but restraint.”
Nor was he insincere in saying, “Make my house your inn.”
Inns are not residences.

EL SILENCIO

Mi padre solía decir:
“Las personas superiores jamás hacen visitas largas;
no hay que enseñarles la tumba de Longfellow,
ni las flores de cristal de Harvard.
Autosuficientes como el gato
(que se lleva la presa a su rincón,
con el rabo fláccido del ratón colgándole de la boca como un cordón de zapato),
a veces disfrutan de la soledad,
ya que se pueden quedar sin habla
al oír palabras que les hayan encantado.
El sentimiento más profundo se expresa, siempre, en silencio;
no en el silencio, sino con discreción”.
Tampoco dejaba de ser sincero cuando decía: “Haz de mi casa tu posada”.
Las posadas no son domicilios.

Cosa tan linda el poema, ¿no?  Es que da en la diana de medio a medio.  Nos describe al visitante perfecto, que llega, nos da su amor, recoge el nuestro, no se pone pesado ni nos invade ni se nos come toas las magdalenas en el desayuno, no se pasea por el comedor en calzoncillos infectos rascándose el culo con alevosía y diurnidad manifiesta.  Mola, mola y mola.  Vamos, que tres veces mola (o más, oye).

Poema simple pero certero y de los que te dejan buen cuerpo y mejor alma, así que lo mejor es abandonar este lugar ya mismo (no nos hagamos cansinos) y movernos hacia otros lugares. 

Pues eso, estudiantes primorosos, hasta la próxima clase, que llega pronto.



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