miércoles, 11 de enero de 2012

LECCIÓN DE POESÍA NÚMERO 26


Iniciamos el año, chiquillos míos, cuscurritos de pan calentito y sabrosón, con un poema requetebonico, ya veréis.

Como veo que os está interesando toda esta gente tan maja que son los escritores británicos e irlandeses, hoy os voy a presentar a un (casi) desconocido por estas tierras.  La lección de hoy va sobre...

CUARTA TEMPORADA - LECCIÓN 26 - LOUIS MACNEICE


Nacido en Belfast, MacNeice me parece uno poeta esencial..., es un poeta esencial porque va a la esencia, no se anda por las ramas.  El tío va a lo que va, ya estás.  Busca captar el momento y así eternizarlo (siendo, claro, imposible).  Ya sabéis que los poetas tienen algo de fotógrafos o pintores, y MacNeice es un pintor de palabras, oye.  Me encantan todos sus poemas, cómo me endulzan el paladar cuando lo leo en voz alta, cómo colorean mis sueños cuando los recuerdo justo antes de dormir..., es una pasada.  Por todas estas cosas quería que al menos uno de sus poemas encontrara sitio aquí, para que así muchos de vosotros podáis también degustar tal delicatessen.

Al turrón, que decía la directora de mi Trabajo de Investigación post-licenciatura (sí, sobre poesía inglesa, ¿cómo lo habéis adivinado?).  He elegido WHEN WE WERE CHILDREN, o lo que es lo mismo pero en castizo, CUANDO ÉRAMOS NIÑOS:

Cuando éramos niños las palabras eran de colores
(prostituta y asesinato eran púrpura oscuro)
y el lenguaje era un prisma, la luz
un fantástico diseño sobre la hierba,
cuyos rayos están hoy concentrados
y el lenguaje se ha tornado espejo ustorio.


Cuando éramos niños la Primavera era fácil,
nos salpicábamos la cabeza con rocío de espino
y trepábamos a los árboles
- un desayuno para el ojo glotón -;
cuyos vientos y aromas han renegado hoy de
pulmones que están negros, lenguas que están secas.


Ahora somos mayores y nuestros talentos
se atribuyen al tiempo y el significado,
para remozar la alegría es necesario barajar
de nuevo las cartas a espaldas del cerebro
donde el significado volverá a casar con el color
y las flores serán otra vez eternas.

Como siempre, os animo a los anglohablantes (o anglolectores) a que visitéis el texto en inglés AQUÍ.

No me digáis que no es una dulzura el pedazo de poema este, vamos que es casi un POEMO, así, acabado en O de Oviedo, qué leches.  Mola mazo.  A mí me deja epatado el comienzo porque me pasaba (y me pasa a día de hoy, calvo como estoy, y cómo estoy de calvo, oye) de niño que todas las palabras tenían colores, muchas, de hecho, eran multicolores (como jengibre o pandereta).  Lo del espejo ustorio puede requerir de explicación (en inglés burning-glass), si vais al drae os informarán de que es un "espejo cóncavo que, puesto de frente al sol, refleja sus rayos y los reúne en el punto llamado foco, produciendo un calor capaz de quemar, fundir y hasta hacer que se volatilicen los cuerpos allí colocados.  Ahí es nada.., mejor una foto, ¿no?

El espejito de marras...
Pues hala, a pensar, que la comparación es linda, linda, lindosona.

Lo de que la primavera fuera fácil..., pues eso, que también me deja enamorado.  Esa frescura de la infancia es la que nos redime más tarde, cuando nos creemos "mayores", cuando nos ponemos carcas, vaya, y de repente llega un susurro de la nada y nos volvemos a enamorar del mundo y de su misterio revelado.  Chuli.

Los versos finales arrancan oscuros y acaban luminosos y jubilosos.

Ay..., casi que me callo ya y me marcho pal baño, que tengo la tripa revuelta hoy después del bocata de macarrones con chistorra y queso azul que me metí pa desayunar, si al menos me hubiese bebido un café o un té en vez de las dos latas de coca cola que me pedía el cuerpo..., ay, ay y ay.  Chicos, hasta la próxima, que me hago de todo aquí mismo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario